Por Víctor Parra, Country Manager de WeWork Chile.
2023 fue el año en que finalmente dejamos atrás la pandemia de COVID-19 y, por lo mismo, desde el mundo empresarial y laboral, el periodo en que empezamos a cuestionar si la flexibilidad y los formatos híbridos de trabajo eran sólo una moda del momento o algo que llegó para quedarse.
Desde mí perspectiva, a la cabeza de uno de los principales actores del mercado de los espacios de trabajo flexibles, puedo confirmar que los formatos de oficinas que se adaptan tanto a las necesidades de las empresas como de los trabajadores, hoy no son sólo una bonita posibilidad, sino más bien una opción real y válida.
Que un país como Estados Unidos apueste con amplitud por las “oficinas on demand” y abarque más del 40% de la industria global, debe ser un desafío que nuestro país debe abrazar.
Sobre todo cuando la capacidad ociosa de las oficinas sigue al alza, mientras los gastos de mantención son permanentes y no bajan, contar con diferentes espacios disponibles para trabajar dentro de una misma ciudad -y, por qué no, el mundo- es la opción para responder a la necesidad de flexibilidad de los colaboradores, y cuidar las finanzas corporativas.
Según la firma Colliers, en los últimos cinco años el 100% de las compañías ha buscado renovar sus espacios para adaptarse a las nuevas formas de trabajo. ¿Por qué mejor no dirigir esos esfuerzos en una alternativa mucho más eficiente y rentable? La tendencia está más o menos clara, ahora sólo basta que Chile se atreva a dar el salto.
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