Por Víctor Parra, Country Manager de WeWork Chile.
Una reciente encuesta de NordLayer reveló los 10 mejores países para trabajar de manera remota. Entre los nombres figuraban Dinamarca, Países Bajos y Alemania, países que a nadie llama la atención que estén entre los primeros lugares de algo así, considerando condiciones laborales y los beneficios para los nómades digitales en naciones líderes en la adaptación al trabajo a distancia.
Pero Chile, hoy, también se encuentra en una posición estratégica para convertirse en un destino atractivo para los trabajadores remotos. La oportunidad radica en, primero, transformarnos internamente, permitiendo que los profesionales se desplacen a diversas regiones y colaboren con grandes empresas establecidas en la capital. Lo que comento no es tan descabellado, si pensamos que el movimiento a nivel nacional es algo a lo que trabajadores de sectores como la minería, la salmonicultura o la misma tecnología ya están habituados.
Nuestro estudio la «Paradoja del Trabajo Híbrido» ha puesto de manifiesto que la auténtica innovación laboral reside en la capacidad de derribar las barreras que limitan a los trabajadores. La incorporación de modelos remotos o híbridos no solo permite a los colaboradores disfrutar de sus roles laborales, sino que también les brinda la oportunidad de preservar y potenciar su desarrollo personal. Según nuestras estadísticas, el 84% de los trabajadores señala que la pérdida de tiempo en desplazamientos es una de las complicaciones principales del trabajo presencial, y el 65% manifiesta su reticencia a invertir tanto tiempo en traslados.
Si bien este modelo presenta desafíos logísticos y culturales, también abre la puerta a oportunidades significativas. Las regiones podrían florecer con nuevas inversiones y talento, mientras que las empresas se beneficiarían de una fuerza laboral más motivada y comprometida.
Para que este cambio se materialice, se requieren reformas a nivel gubernamental y empresarial. Incentivos fiscales para empresas que fomenten la descentralización, programas de formación para el personal remoto y mejoras en la infraestructura digital son pasos esenciales.
Chile tiene la oportunidad de liderar la vanguardia en la revolución del trabajo remoto, abrazando la descentralización laboral. Romper con la tradición y adoptar un enfoque progresista no solo beneficiará a los trabajadores, sino que también impulsará el desarrollo económico en todo el país. Es hora de dejar atrás la paradoja del trabajo híbrido y abrir paso a un futuro laboral más inclusivo y dinámico.
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