Por Michelle Schnitzer, CEO y cofundadora de BondUp.
La intensidad es una característica presente en todos los aspectos de mi vida y, en el ámbito laboral, ha tenido muy buenos resultados. Comencé a trabajar en un startup de tecnología e inteligencia de negocios a los 23 años. A los 27, ya había logrado cuatro ascensos en la empresa que pasó de 10 trabajadores en Chile a 60, con presencia en cinco países. Comencé como ejecutiva de ventas y terminé como Gerenta Corporativa de Ventas y Marketing Global, en un equipo de hombres. Mi futuro estaba claro, seguro, pero decidí arriesgarlo todo y lanzarme a la incertidumbre del emprendimiento.
¿Cómo tomé la decisión? Encontré un propósito que despertó en mí el anhelo de vivir y darlo todo. Tuve confianza en mis capacidades, que fue alimentada con mi experiencia laboral y la gran mentoría de mis jefes. Seguí mi sueño: crear algo con impacto social.
Encontrar un propósito es clave, ya sea con una idea con un claro impacto social o una idea que busque satisfacer una demanda. Mi propósito se fue gestando por años. Nació de la relación con mi abuela de 91 años, que vive hace unos años en una residencia para personas mayores. Somos muy cercanas y la visito, o salgo con ella, constantemente. Esta cotidianeidad me hizo ver la realidad que vive la mayoría de las personas mayores: la soledad.
Ese descubrimiento me impactó mucho y comencé a hacer voluntariados con personas mayores. La alegría de acompañar a estas personas y combatir su soledad, aunque fuera solo un poco, me motivó a pensar en cómo generar impacto social a gran escala. A buscar una solución que no dependiera de voluntarios, que comenzara años antes de que se instalara la soledad, a los 55 años, y que lograra conectar a las personas, generando espacios y oportunidades para encontrar nuevas amistades.
Así encontré mi propósito, mi idea y mi entusiasmo. Justo en el momento en que ascendía profesionalmente cada vez más rápido, con nuevos desafíos y mejores oportunidades. Estaba dando mi vida por la empresa que me hizo crecer y que apuntaba a soluciones para el mundo privado. Pero algo me hacía ruido y comencé a cuestionarme, cuál era el sentido de trabajar tanto para otros y trabajar tanto, sin un objetivo social.
Mi cabeza seguía pensando en cómo combatir la soledad en las personas mayores y comencé a investigar sobre este problema, que resultó ser global y en crecimiento. No me podía quedar de brazos cruzados, tenía las capacidades necesarias para crear una solución y la vida me había llevado hasta ese momento. Solo tenía que atreverme. Renunciar a todo sin tener nada.
Me daba pánico. Pero recordé una pregunta que solía hacer mi abuelo, cada vez que estábamos indecisos: ¿Qué es lo peor que podría pasar? Pensé en los peores escenarios posibles y no eran tan malos. Porque los malos malos, eran poco probables y, además, yo tenía la confianza -y la intuición- de que el proyecto iba a salir adelante.
Eso me dio la fuerza para atreverme y renuncié, pero me lo lloré todo el día anterior. Sentía a esa empresa era como si fuera mía, por todo el cariño y la dedicación que le entregué. Para mi sorpresa, cuando renuncié, a mis jefes les hizo sentido mi emprendimiento social y les gustó tanto, que quisieron ofrecieron apoyarme y hacer un spinoff. Me ofrecieron 500 mil USD por el 51% de la empresa y fue muy muy tentador, porque yo no tenía recursos. Pero opté por mantener el control de la futura empresa, confiar en mis capacidades y postular a fondos públicos.
Gané un fondo de Corfo solo con la idea de crear BondUp. El proyecto era muy potente, ofrecía soluciones para combatir un problema global: la soledad. Eso fue hace menos de dos años y desde ese momento a la fecha, hemos ganado más de 75 millones de pesos en fondos públicos, logramos contratar a un equipo y ya está creciendo la comunidad de personas mayores de 55 años, más grande de LATAM.
Hoy ya pasamos de buscar fondos públicos a buscar clientes BC y BB. Mi sueño y todo lo que imaginé que sería alcanzarlo, se quedó corto. Nunca pensé que iba a hacer algo tan grande y difícil a la vez. El camino es complejo y de mucho sacrificio. Nunca he trabajado tanto, incluso en mis sueños, en la búsqueda de nuevas opciones y soluciones. Ha sido prueba y error, aprendizaje y descubrimiento.
Hay días de entusiasmo y otros de agotamiento. Pero ver cómo ya estamos cambiando la vida de algunas personas mayores, lo compensa todo. Me reafirma aún más, la importancia de alcanzar nuestro propósito y combatir la soledad de millones de personas mayores en el mundo.
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