Por Federico Iriberry, CEO de Broota.
Me encanta leer noticias y ver películas de emprendimiento. Ser parte del ecosistema, me hace empatizar con la perseverancia y con los altibajos que viven los founders. Siempre busco similitudes con las historias que me toca ver. Y aunque muchas veces la realidad supera a la ficción en el cine, en ocasiones esto no ocurre… al menos en nuestra realidad latinoamericana.
Un ejemplo de lo anterior son las películas que muestran el tras bambalinas de la inversión en startups. La serie WeCrashed (que relata la historia de WeWork), cuenta cómo fue la travesía de Adam Neumann convenciendo a los primeros inversionistas ángeles. Un recorrido que —según la serie— fue muy complejo, pero rápido al momento de levantar capital.
Algo parecido ocurrió en Social Network (película que aborda la historia de Facebook), que muestra un Mark Zuckerberg altanero, seguro de sí mismo, al que le costaba levantar capital más por su personalidad que por su negocio disruptivo. Desde mi vereda, me encantaría que se muestre todo el arduo y largo trabajo que hay detrás.
Sin lugar a dudas se trata de un proceso difícil, pero la rapidez es casi imposible… al menos no en nuestro ecosistema y eso no lo muestran ni las películas ni los medios de comunicación. Por eso hoy se ve cool ser emprendedor, porque siempre se destaca lo lindo. ¿Lo no tan lindo? Se esconde.
La realidad es que los levantamientos de capital siempre son difíciles porque demandan tiempo, desgaste y energía. Convencer a otra persona no es fácil y en el contexto latinoamericano incluso cuesta más. Este tipo de inversiones no se dan como en las películas estadounidenses. No son como en Silicon Valley o como muchas veces se lee en los medios de comunicación.
Por mucho carisma o poder de seducción que tenga un founder para atraer inversionistas, es prácticamente imposible que alguien como Masayoshi Son, fundador y propietario del grupo SoftBank, invierta USD 4 mil millones de un día para otro.
En tiempos actuales —acelerados sobre todas las cosas— es clave que una startup que esté buscando capital, tenga un burn rate bajo, que muestre tracción, aceleración y que además tenga caja y paciencia para enfrentar el proceso. Independientemente de con quien se haga, un levantamiento nunca dura menos de seis meses y es algo que me gusta recalcar en clases, reuniones y charlas.
¿Seis meses? Sí, seis meses aproximadamente.
Broota podría vender la «ficción» hollywoodense de que las rondas son más rápidas, pero no es muy distinto a lo mencionado. En promedio seis meses, pero en algunos casos —como GoodMeal, Environ, Buydepa o FarmaLoop, entre otras— éste número se redujo a tres a cuatro meses.
Este 2023, hemos tenido nuestro segundo mejor semestre de la historia en términos de levantamiento de capital y pese a que algunas personas del ecosistema son pesimistas, yo sigo pensando en que se vendrán grandes oportunidades para el crowdfunding y el ecosistema, tanto para inversionistas como para startups.
Por eso el reto que yo hago es que las startups mantengan su ambición, que abran en otros mercados, que aceleren, pero que también sean realistas con cada contexto, sobre todo con nuestro ecosistema, que —fuera de Broota y gracias al poder del crowd— no se ha mostrado muy optimista a la hora de invertir en startups este 2023, pese a que algunos profesan lo contrario. Al parecer hay muchos que no están encontrando o viendo la oportunidad en medio de la “crisis”… ¿será que no están practicando el optimismo que han predicado?
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