Por Nicolás Fuenzalida, Cofounder y Chief Commercial Officer de Poliglota.
Durante las últimas semanas, hemos vivido hechos intensos y dolorosos en Chile. Más de 130 compatriotas han fallecido a causa de los incendios de la quinta región, que tuvo al país en luto, un luto que luego se alargó por el repentino accidente y muerte del ex-presidente Sebastián Piñera.
Pero este tipo de accidentes, dificultades producto de las condiciones de la naturaleza y de agentes externos, nunca han sido ajenas a Chile. Nuestro himno nacional habla de un “mar que tranquilo te baña”, pero hablar de un “Chile tranquilo” es prácticamente un oximorón. Tenemos una intensa actividad sísmica y volcánica debido a la posición del país en el “Cinturón de Fuego del Pacífico”. Los terremotos, erupciones volcánicas, y tsunamis son relativamente frecuentes, sin mencionar la diversidad climática, los conflictos con los pueblos originarios, la complejidad con la creciente migración y las frecuentes polémicas políticas, hacen de nuestro Chile una “tierra de sucesos”.
Todo esto nos ha hecho aprender a ser resilientes, como también a tener edificios y estándares antisísmicos de los mejores de la región. Asimismo, nos hemos vuelto modelo en temáticas de reconstrucción; la reconstrucción del terremoto del 2010 fue tomado como caso de éxito internacionalmente, comparado por ejemplo con la reconstrucción de New Orleans, destruída por el huracán Katrina.
Así es también muchas veces el emprendimiento y más aún trabajar en una startup. Optar por construir una empresa de tecnología que está permanentemente innovando es vivir en clave de incertidumbre, es exponerse a los desastres y desafíos naturales del mercado. En Poliglota, hemos vivido 2 grandes pivoteos, que nos tuvieron al borde de la quiebra, y con el COVID, nos hicieron cambiar nuestro modelo de lo presencial a online, que luego nos hizo escalar y hacer crecer nuestra operación por toda latinoamérica.
Pero no ha sido gratis… Nosotros, así como muchas startups de la región y del mundo, hemos vivido tiempos complejos, de muchos cambios, necesidades de adaptación en un mercado contraído. Muchas compañías han tenido que hacer layoffs dejando ir aparte de sus equipos, han tenido que cambiar sus modelos, hacer refinanciamientos, lanzar nuevos productos y trabajar 24/7, luchando en contra de un mercado que no perdona.
Todo esto me recuerda a una escena en la película Interstellar de Christopher Nolan donde hablan del planeta de Miller, que está cercano a un hoyo negro: “Mira el mundo de Miller: hidrocarburos, orgánicos, sí. Pero sin vida. Estéril. Encontraremos lo mismo en el de Dr. Mann. -¿Por el agujero negro?- La ley de Murphy: todo lo que puede suceder, sucederá. Un accidente es el primer ladrillo de la evolución, pero cuando estás orbitando un agujero negro no puede suceder suficiente: absorbe asteroides y cometas, eventos aleatorios que de otro modo te alcanzarían”.
En Chile, de alguna manera, vivimos la ley de Murphy: “todo lo que puede suceder, sucederá”. Así es también la vida de un emprendimiento y las vivencias de un emprendedor: está lleno de eventos aleatorios, “accidentes” que nos hacen adaptarnos permanentemente. No tenemos un hoyo negro cerca que absorva todo eso y por ende, hemos desarrollado músculos adaptativos que nos han permitido construir altos estándares de producto y de vida.
Y aquí viene el punto crucial: Permanentemente se habla de los errores como parte del aprendizaje de un emprendedor, y de cómo fallando se aprende a tener éxito, pero usualmente se comete la falacia de pensar de que esos errores son simplemente un tropiezo que nos enseña a “no hacerlo de nuevo”, un fuckup night que nos deja la lección “usted no lo haga”. Las dos preguntas más comunes en entrevistas a emprendedores son “cómo iniciaste” y “qué harías diferente”. Pero son las preguntas equivocadas… debieran preguntar el cómo nos adaptamos, cómo aprendimos a tomar decisiones.
La gran lección no radica en no cometer nuevamente el error, sino el desarrollo constante de nuestra capacidad adaptativa, el entender cómo adelantarse a los cambios del mercado, como tener disciplina financiera, cómo innovar con los cambios de nuestros propios productos y servicios, cómo vivir en la permanente lógica de Darwin, en evolución rápida y permanente.
Por eso en Chile somos resilientes, y por eso a los emprendedores nos llaman “hijos de Darwin”, por que no tenemos un hoyo negro cerca, viviendo permanentemente “on the edge”, al borde del valle de la muerte, lo que nos hace vivir en clave de incertidumbre, nos hace experimentar permanentemente nuevas formas de crecimiento, y nos termina fortaleciendo, a los fundadores y a nuestros equipos. Más que sobrevivir, se trata de crecer y adaptarnos.
Lo que no te mata, te hace más fuerte.