Por Carla Saldías Alarcón. Gerente Finanzas y Control de Gestión en Trabajo con Sentido
Historias de éxito de NotCo, Cornershop y Betterfly me llenan de orgullo como chilena, ya que representan unicornios nacionales en el mundo del emprendimiento. Junto a ellos, otros startups como BUK, Fintual, Poliglota y Xepelin también se destacan, generando empleo e impactando de manera significativa a sus usuarios.
Sin embargo, estas empresas representan mucho menos del 1% del ecosistema emprendedor chileno, y es evidente que muchos de los fundadores provienen de un círculo similar. Esta realidad resalta un aspecto crucial: la necesidad de diversificar las oportunidades y ampliar el apoyo a un espectro más amplio de emprendedores en el país.
Pero ¿dónde están los otros emprendedores? Y más concretamente, ¿dónde están las emprendedoras por subsistencia? Este segmento, principalmente liderado por mujeres, constituye la base de la pirámide del emprendimiento nacional. Según datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), estas emprendedoras pueden representar casi el 30% de la población laboralmente activa en nuestro país.
Estas mujeres no encuentran un espacio en los programas de Startup Chile, Corfo o Sercotec, y solo un reducido segmento logra acceder a financiamiento. Este respaldo financiero, es otorgado principalmente por organizaciones no gubernamentales del sector privado y por el Fondo de Solidaridad e Inversión Social (FOSIS). Actúan como un importante impulso para este grupo, permitiéndoles adquirir activos fijos fundamentales para sus emprendimientos. Entre los activos más comunes adquiridos se incluyen hornos, máquinas de coser, revolvedoras, amasadoras, y otros equipos indispensables para sus negocios.
Estas heroínas permanecen anónimas en las estadísticas, pero gracias a ellas existen innumerables casos de superación de la pobreza, con cambios de vida radicales, especialmente para los hijos e hijas de quienes llevan sus negocios de forma silenciosa. Contribuyen así, a mejorar las políticas públicas subsidiarias, elevar los niveles de vida y reducir la extrema pobreza, la delincuencia y los problemas de salud, entre otros beneficios que derivan de una mejor calidad de vida.
Impulsadas por el amor hacia sus seres queridos y la búsqueda de una vida mejor, estas mujeres despliegan una creatividad excepcional al construir negocios que con frecuencia se convierten en la principal fuente de ingresos para sus familias. Y digo excepcional, ya que gran parte de ellas carecen de herramientas técnicas para lograrlo y están lejos de ser parte del círculo del emprendimiento de los unicornios mencionados anteriormente.
Comienzan sus emprendimientos con recursos propios, de familiares y/o amigos, y posteriormente algunas de ellas encuentran apoyo fundamental en la red de organizaciones no gubernamentales que se especializan en microfinanzas. Estas entidades les brindan capacitación y acceso a pequeños créditos, beneficiando a más de 300.000 mujeres a lo largo de Chile, según datos de las principales organizaciones de apoyo.
Cada semana, estas mujeres se congregan con dos propósitos: aprender a administrar sus negocios y cumplir con el pago de sus cuotas de crédito, respaldadas por la solidaridad del resto de los participantes. Si pudiéramos resumir esta unión y compromiso en una frase del célebre Alexandre Dumas, sería «Uno para todos y todos para uno».
Un relato inspirador es el de una emprendedora en la comuna de Bulnes, en la Región de Ñuble. Impulsada por el amor hacia su hija, quien sufrió un accidente con un brasero, decidió emprender un negocio enfocado en la fabricación de aceite, jabón y champú a partir de la grasa de caballo. Este emprendimiento se convirtió en el sustento económico para ella, su esposo y sus tres hijos, ejerciendo un impacto significativo en su familia. Este camino también le otorgó un propósito mayor: la oportunidad de ayudar a otros y la destacó como un modelo a seguir de empoderamiento femenino y emprendimiento en su comunidad.
Estas mujeres, que desempeñan un papel crucial en la transformación de la vida de muchas personas, a menudo parecen invisibles para la sociedad. ¿Qué acciones concretas podemos emprender para reconocer y respaldar el valioso rol que cumplen? ¿De qué manera podemos integrar sus necesidades y contribuciones en las políticas públicas y los programas de apoyo al emprendimiento, de manera que su importancia sea plenamente reconocida en nuestra sociedad?
Estas reflexiones nos invitan a no solo enfocarnos en los emprendimientos tecnológicos de vanguardia, sino también en aquellos liderados por estas heroínas anónimas que, con su dedicación, transforman la vida de miles de personas en todo el territorio, impactando de forma significativa no solo en un sector reducido, sino en la sociedad en su conjunto.