Por Roberto Puentes, CEO de startup Club de la Felicidad.
En las encuestas sobre la felicidad, la respuesta es casi unánime: la familia y los amigos son la fuente más profunda de bienestar. Sin embargo, paradójicamente, a menudo relegamos estos vínculos a un segundo plano mientras perseguimos metas laborales y financieras. Nos enfocamos en lo que nos falta en lugar de valorar lo que ya tenemos. ¿Por qué esta desconexión entre lo que es realmente importante y nuestras prioridades diarias?
Esta inclinación hacia lo negativo, hacia lo que nos falta en lugar de lo que poseemos, parece ser un sesgo intrínseco en la condición humana. Es este sesgo el que, muchas veces, nos impide darle la importancia debida a nuestras relaciones cercanas. Olvidamos que la soledad, una creciente epidemia global, afecta significativamente el bienestar, especialmente en adultos mayores. Inglaterra incluso ha establecido un ministerio de la Soledad para abordar este problema, mientras que el Happiness Research Institute reveló que la soledad puede disminuir hasta en 28% el potencial de bienestar en personas mayores de 50 años.
Las exploraciones de felicidad respaldan la importancia de las conexiones positivas. El modelo PERMA, influyente en la psicología positiva, destaca la relevancia de las relaciones cercanas para el bienestar. Este enfoque encuentra respaldo en el informe «Felicidad Global 2023» de Ipsos, que mostró un aumento significativo en los chilenos que se consideran felices. La correlación entre la felicidad y aspectos como «sentir que mi vida tiene sentido», «controlar mi vida» y «salud mental y bienestar» refuerzan la idea de que las conexiones significativas son fundamentales para la felicidad.
Latinoamérica no está exenta de esta tendencia, con inclinaciones hacia el pesimismo que afectan nuestra percepción de la realidad. Un sondeo hecho por Latinobarómetro a más de 20 mil personas en 17 países de la región arrojó que sólo el 19% de los latinoamericanos piensa que su país está mejorando, mientras que en 1995 esa cifra era de 38%.
Estamos en un punto de inflexión donde las organizaciones, tanto privadas como públicas, debemos cambiar la mentalidad. Es esencial proporcionar herramientas que fomenten la felicidad, no solo como una emoción momentánea, sino como un estado de vida sostenible. Debemos trascender lo material y lo que nos falta, centrándonos en lo esencial: las relaciones significativas.
En este cierre de año, hagamos un llamado a cuidar a nuestras personas queridas y demostrarles nuestro afecto. Pequeños gestos pueden generar grandes diferencias. En la era de la felicidad, la verdadera riqueza se encuentra en las conexiones que cultivamos y valoramos.
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