Ella quería estudiar Obstetricia, pero su familia quería Kinesiología. Se intentó acercar por dos años, pero finalmente se cambió de forma definitiva a lo que ella siempre quiso ser. Quedó embarazada. “Fue rudísimo”, dice Paulina Carrasco, estaba sola y siguió estudiando.
De familia de escasos recursos –siempre becada- no podía darse el lujo de dejar de hacerlo. El tema es que reprobó 3 ramos y no le permitieron seguir. Se cambió de universidad, convalidó todos los ramos que pudo y siguió estudiando Obstetricia. En segundo año, comenzó una relación amorosa “de las que dejan huellas y sacan lo mejor de uno” que la llevaría a emprender.
Este nuevo actor en su vida era director comercial en una empresa de telecomunicaciones por lo que, la impulsó hacia la innovación y el emprendimiento en base a una simple pregunta: ¿probemos juguetes sexuales? Ninguno de los dos los había probado.
Compraron a una pyme y les llegó literal una bolsa de papel a sus manos y sin nada de asesoría o consejos sobre cuidados, precauciones o usos. Paulina quedó plop e indignada por el poco profesionalismo, la falta de información, y ante la ausencia del bienestar sexual, tuvo la idea.
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Emprender innovando
Sabía que la innovación en healhtech, sextech y sexual wellness era lo que le apasionaba, congeló su carrera profesional y aprendiendo sobre la marcha, se dio cuenta que podía ser un gran negocio. Y en que seamos honestos, en pandemia la venta de juguetes sexuales estalló.
Paulina junto a su compañero abrieron un sexshop con asesoría profesional a principios de 2021. Había nicho, el tema era que hacer marketing digital era casi imposible. Al menos 7 veces le denunciaron su perfil de Instagram. “Todo lo censuran, es agotador”. Comenzó a entrevistar y encuestar –a la fecha supera las mil personas, incluyendo más de 30 sexólogos- para saber qué buscaban respecto a su bienestar sexual, a estudiar y se terminó enamorando del mundo de las startups y esta forma diferente de hacer negocios.
Hasta ahí todo bien, pero no había dinero. “Sabía que esto iba a ser grande, la gente me lo decía, pero no tenía las herramientas suficientes para lograrlo y ese era el objetivo”, cuenta. Lo que buscaba era encontrar un o una cofundadora que viera la parte técnica. “O le pago a alguien para que lo vea, o me busco un cofundador”, lo tenía claro.
Buscando al potencial socio
“Es un bucle más complejo por lo que hago, encontrar a gente que se quiera involucrar en esto es súper difícil”, menciona agregando que, a la fecha, ya ha tenido 4 potenciales partners y con los 4 no ha cuajado la relación de cofounders. “Soy súper autocrítica y probablemente soy dura para decir las cosas, es ahí donde he tenido choques con las personas que se han intentado sumar”.
Y en ese momento, encontró a una posible socia. Tenía potencial en marketing y podía hacerse cargo del sexshop y Paulina, de Nünüart, proyecto en ese momento que daba asesoría profesional relacionada a la sexualidad y conversatorios estilo Happy Hour donde junto a algunos profesionales dedicada al bienestar sexual hacen dinámicas exploratorias, responden preguntas y entregan recomendaciones.
Así nace el sexshop Capichi para que el dinero pudiese entrar por “goteo”. Hasta un socio-amigo quiso invertir en esta propuesta y se sumó. Los 3 fundaron la empresa, pero la nueva socia era la representante legal y en un periodo de 2-3 meses se la tragó la tierra. Desapareció. Se dieron cuenta que estaba vendiendo productos por fuera. Hasta ahí quedó lo que parecía ser un negocio redondo.
Ya viene la parte 2. Continuará…