Vietnam implementa el sandbox para que startups prueben nuevas tecnologías. ¿Es modelo para el ecosistema latinoamericano?
En septiembre de 2025, Vietnam marcó un hito en su ecosistema de emprendimiento con la entrada en vigor de la Nueva Ley de Ciencia e Innovación. Esta legislación introduce el concepto de sandbox, un marco regulatorio flexible diseñado para que startups puedan explorar y probar tecnologías o modelos de negocio innovadores en un entorno controlado y seguro.
El sandox es una herramienta que ha ganado relevancia a nivel mundial para incentivar la experimentación responsable y la adaptación ágil de normativas ante los avances tecnológicos. Ahora, Vietnam se suma a la tendencia con esta nueva ley, apuntando a fortalecer su economía privada, facilitar la aparición de nuevas empresas tecnológicas y atraer inversión tanto local como extranjera.
¿Cómo funciona el sandbox para startups?
Bajo este modelo, las autoridades vietnamitas permiten que proyectos innovadores operen dentro de un entorno limitado donde pueden recibir acompañamiento, supervisión y, lo más importante, una cierta flexibilidad regulatoria que les permita crecer y aprender haciendo. Es un espacio seguro para experimentar, pero bajo reglas claras y tiempos establecidos.
De esta forma, el sandbox se plantea como una vía para identificar qué marcos normativos necesitan actualizarse frente a nuevas realidades tecnológicas, sin poner en riesgo a los usuarios ni al sistema en general. Además, ayuda a que startups accedan más rápido al mercado, testeen sus propuestas y generen valor antes de escalar.
Lecciones y oportunidades para Latinoamérica
Latinoamérica ya cuenta con algunos ejemplos de sandboxes regulatorios (por ejemplo, en fintech en México o Colombia). No obstante, la experiencia de Vietnam demuestra que ampliar estos espacios a más industrias puede ser clave para dinamizar el ecosistema tech y acelerar tanto la innovación como la diversificación económica.
Para emprendedores latinoamericanos, estudiar modelos como el vietnamita abre la puerta a nuevas formas de diálogo con reguladores y a exigir entornos legales más propicios. Para inversionistas, significa identificar ecosistemas donde la experimentación responsable es una prioridad.
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