Por Paulina Carrasco, fundadora de Nünüart.
Primero agradecerles por levantar este tipo de iniciativas, creo profundamente que detrás de cada emprendedor hay historias humanas profundas y llenas de verdades de las que nadie quiere hablar, así que hoy quiero escribir reflexiones sobre las verdades del fracaso y las caídas o mejor dicho aún, los procesos de reestructuración para seguir caminos, la importancia de las redes de personas, la construcción de relaciones y la calidad humana.
Para partir esta reflexión les voy a contar que estoy justo pasando por un momento de “caída”, digiriéndolo como el proceso que es, con toda la reflexión del universo, aprendiendo aún, jamás perdiendo el norte, aprendiendo de los errores que he cometido y por sobre todo, preguntando hasta el cansancio, cómo se supone que sería mejor continuar. No lo estoy pasando nada bien, pero a eso ¿a quién le importa?
Lo que sí importa, es que podría apostar que justo este en momento miles de emprendedores que se aventuraron con innovación y startups lo están pasando pésimo, de verdad muy muy mal, incluso más que yo y saben que, probablemente no lo digan porque vivimos en una sociedad peligrosamente exitista, dándole una connotación insana al concepto. Por otra parte, muy poco empática y que poco entiende de qué se trata un startup y menos sabe que el fracaso de este camino no es algo que se deba dramatizar y que por el contrario, es de esperar que en la industria de alto riesgo estas cosas sucedan.
Bajo esta perspectiva nos debería parecer lo más natural e incluso lógico que las startups fracasen, o que antes de ver el sol, se tenga que pasar por muchas caídas y aprendizajes que se transformen en oportunidades. De esto nos habla Rockstart en su publicación “¿Por qué fracasan las startups en Latinoamérica? Estudio del Fracaso” 2023, donde nos muestran que el 90% de los fundadores que fracasaron tenían problemas personales en el mismo momento en que vivían esta situación. Lo curioso es que la primera reacción del 85% de los encuestados fue: “fracaso suena muy fuerte” sintiéndose en su mayoría enjuiciados y juzgados como “peores emprendedores” o “menos capaces que otros”. ¿A quién no le ha pasado?
Detrás de esto hay una enorme presión emocional y social, un constructo sobre el éxito que nos lleva a niveles a veces insoportables de estrés por no cumplir con ese “ideal” que vemos en el entorno, cambiar ese paradigma nos haría un favor a todos y al mismo ecosistema haciéndolo incluso más prometedor de lo que ya es. En el estudio anterior, de ese 90% de emprendedores con problemas personales, el 100% sufrió algún episodio de estrés, ansiedad, insomnio, pánico, fatiga u otro similar.
Y aunque sí creo firmemente que para afrontar los errores con perspectiva de cambio y mejora hay que ponerle empeño a la capacidad de autocrítica -ingrediente que intento agregarle harto a mi receta y construcción de propia historia- también creo que hay que poner ojo en el cómo vivimos este proceso, quienes nos acompañan en nuestras reflexiones y luchas.
Por mi formación profesional les puedo contar que naturalmente funcionamos mejor cuando estamos acompañados y el peligro de no tener el sosten de buenas redes humanas en estos contextos es tan grave y tabú como la depresion y el suicidio en los fundadores… Y no, no estoy exagerando ni queriendo dramatizar el asunto, les cuento que durante el mismo estudio de Rockstart, de todos los founders que fueron entrevistados, un par de casos terminaron en suicidio, y todos vivieron cuadros depresivos muy fuertes. Así que, ¡si eres founder ojo! y sin miedo al qué dirán.
Según el mismo estudio, el 72% de los fundadores tiene problemas de salud mental, algo completamente esperable para personas que están bajo presión constante, cambios, incertidumbre, enfrentados constantemente a que las cosas no anden bien, que reciben constantes NO, que arriesgan sus vidas personales, íntimas y familiares, “situación que fácilmente nos puede llevar a no controlar nuestra mente” dicen en Rockstart. Lo sorprendente de todo esto, es que a pesar de todo lo anterior, y todo lo planteado en este estudio, ¡el 95% volvería a emprender! ¿Maravilloso no? Parece que está en la genética de los que seguimos nuestros sueños.
Aquí es cuando llego a dos reflexiones que me hacen sentido sobre la vida misma, una es el propósito, lo que nos hace sentido y nos hace felices, y dos, las relaciones humanas que construimos en el camino de vivir.
Y es que una startup es en esencia innovación que viene a cambiar las reglas del juego, innovación que viene de la visión de personas a las que les hace un profundo sentido, por lo que moviliza su quehacer diario y su dirección, no por nada la famosa aceleradora española Lanzadera nos dice que “su mayor aprendizaje en estos años es que las personas están por encima de las ideas y que se dieron cuenta que, lo verdaderamente caro en una empresa es la gente que es capaz de llevar la idea a la práctica” por lo que la visión de los fundadores es el motor de la startup, ese fundador que es feliz cada madrugada que se desvela pensando en cómo hará funcionar su sueño, que inspira a otras personas que tienen un sentir común, pero que a la vez tiene la agudeza de mantener la racionalidad para tomar las decisiones necesarias para los siguientes pasos.
Es la visión la que será el combustible de cada integrante del equipo para levantarse una y otra vez a aprender cómo seguir poniendo todo en marcha y es la capacidad de objetividad de los fundadores lo que permitirá la buena toma de decisiones para mantener vivo el camino. Por aquí reflexiono sobre estas características en mi camino y decisión de elegir la innovación y emprendimiento; a pesar de todos los desafíos y dificultades que he tenido que enfrentar, sigo creyendo en lo que me moviliza y en el alma que hay detrás, aunque estoy segura de que me falta muchísimo por aprender.
Continuará…
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