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Emprender fallando: Cómo los errores de la extinta Olpays llevaron a Adriel Araujo a escalar más alto (parte 1)

Este mendocino nació con el espíritu emprendedor. ¿No me creen? Les cuento. A los 13 años comenzó vendiendo lotería a adultos mayores vecinos del barrio. A los 16, abrió un negocio en su colegio porque “había que hacer plata”. Luego en su época universitaria vendió líneas telefónicas y trabajó como bartender.

Adriel Araujo no se detuvo. Incluso, estudiante de marketing en la Universidad Nacional de Cuyo, entendió que la teoría no era lo suyo. Después de dos años y medio, se aburrió y comenzó a trabajar en distintos emprendimientos que no tuvieron un final feliz.

Su primer emprendimiento formal fue Atila, una revista publicitaria de distribución física, gratuita y con presencia online (en este ítem le fue bastante mal debido a que en ese momento no sabía nada de marketing digital). Comercios le pagaban para poner sus logos entre un par de noticias y el horóscopo, que era inventado por él mismo.

Fundada en 2012, con solo 20 años diseñaba la pieza gráfica, imprimía la revista que era mensual de forma casera y la distribuía a pie durante 7 horas hasta entregar la última unidad. Pero, aunque llegó a crear su primer sitio web, duró solo 6 meses. No quiso más. Le pregunto por qué y la razón principal fueron los perros, que cada vez que lanzaba la revista, lo atacaban y mordían.

Luego Adriel trabajó durante un año en retail donde aprendió distintos trucos de marketing. En 2013, siguiendo fielmente su perfil de inquieto, cocreó Autosmil, un software de gestión para concesionarios de automóviles. Todo muy artesanal. El problema es que le fue pésimo y tuvo que bajar en sitio después de 6 meses porque el público objetivo realmente no tenía ni la mínima noción de la digitalización. Hablamos de hace 10 años atrás.

Siguió adelante y entró a BitPagos, startup pionera de pagos en bitcoins en Argentina. Este salto le ayudó a entender bien el mundo tecnológico y aprovechando la brecha cambiaria, trató de hacer una pequeña casa de cambio de criptomonedas en Mendoza y “tampoco prendió”. “En 2014, todos pensaban que era lavado de dinero, eras terrorista, un delincuente. Hoy hablas de esto y todos quieren invertir”, asegura.

BitPagos dio un giro y pivoteó a un crypto exchange de nombre Ripio. “No me gustaba la idea, quería procesar pagos, me gustó el mundo fintech”. El tema era que BitPagos apuntaba a las criptomonedas y Adriel buscaba entregar servicio a marketplaces con pagos internacionales. Así nació Olpays.

Tenía la solución, Olpays. Estrecharon las manos y se enfocaron en crear una plataforma de pagos que ayudara a procesar éstos entre fronteras ya que las marcas habían bloqueado los pagos transfronterizos a nivel Latinoamericano.

Olpays creó el primer concepto de plataforma y salió a buscar sus primeros clientes que fueron 15. Hasta ahí todo bien, el tema fue cuando intentaron buscar inversión. “Los inversores no nos creían, y es que emprendedores que no tienen características populares no son invertibles”, explica Adriel Araujo, ex cofundador. “No me titulé, soy de Mendoza, mi familia no es de dinero. Los fondos de inversión no pensaron que fuéramos buenos emprendedores como diría Nate Lustig de Magma: undervalued entrepreneurs”.

Olpays ¿Dinero = errores?

Y sí, tuvieron su primera ronda de inversión en septiembre de 2015 recaudando cerca de US$400 mil. Teniendo dinero a su disposición, comenzaron a cometer muchos errores. “Si bien las reglas estaban escritas en la industria de los pagos, en Latinoamérica todavía estaba ‘carterizado’ el procesamiento de pagos. Nos dijeron en la cara que nunca nos iban a habilitar”, cuenta.

Con financiamiento en mano, tomaron la vía legal para poner todo en regla porque ni Prisma ni Transbank les permitió hacerlo. Durante ese tiempo, se comenzaron a preparar con la firme idea que los iban a autorizar. Contrataron un equipo listo para la acción. El problema, es que habían armado una empresa que facturaba CERO y los meses pasaban y no tenían respuesta.

“El cofundador empezó a distraerse con otros negocios en paralelo y empezaron las diferencias. También problemas de caja. Se estaban contratando personas. Empezaron a aparecer gastos que poco tenían que ver con Olpays”, señala Araujo.

¿Qué estaba pasando? Pidió todos los estados contables. Encontró irregularidades y llamó a reunión. Respaldado por el inversionista encararon al cofundador, quería saber a qué se debían esos gastos. Ahí empezó una conversación incómoda que duró 3 meses con fuertes dudas entre los cofundadores e inversores debido al tiempo invertido y el uso de los dineros.

Y es que ya no daba para más. A sus 25 años le vendió su parte al inversor y adiós Olpays, que finalmente quebró a inicios de 2018 –un año después de su salida-. Si hablamos de números, el 60% de lo recaudado se derrochó en gastos y compromisos que no pudieron finalmente ejecutarse de forma correcta y US$150 se gastaron sin destino aparente en el negocio.

Con el dinero de la venta de sus acciones, en febrero de 2018 Adriel tomó un avión a Chile para iniciar Hackmetrix con un nuevo socio y cofundador. Según cuenta, hasta perdió una novia por dicha decisión. “Una más de emprendedores, nuestra startup nos cuesta parejas”.

¿Quieren saber qué pasó con esta nueva empresa? Este no es el final de la historia. Continuará…

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