“Lento, pero seguro”, pareciera ser el lema de los ingenieros Ignacio Jaque, Sebastián Molina y Constanza Molina, quienes desde Linares pensaron en una solución para las empresas exportadoras de fruta que ya está tomando forma. La startup Relier, formada en 2021, trabaja para la creación de un envase clamshell compostable, elaborado a partir de residuos de sarmiento de las viñas del sector.
El trío de emprendedores chilenos se conoció en la infancia, pero siguió en contacto hasta el día de hoy, y ahora trabajan para este proyecto desde distintos países. Mientras Ignacio está en Chile, Sebastián y Constanza se encuentran en Australia y Alemania, respectivamente.
“En la época de universidad teníamos ganas de aportar a nuestra región y nos preguntamos por qué no podíamos hacer algo nuevo y relacionado con lo que estudiamos. Así nace Relier, como una idea para lograr solucionar un problema relacionado con la merma y el transporte en la industria agrícola de ciertos productos”, explica Sebastián.
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La empresa se encuentra en su etapa inicial y está validando el producto en laboratorio, con miras de comenzar la fase de pilotaje en 2024 y entrar en producción. Además, están en contacto con tres empresas de la zona, las que se comprometieron a trabajar con ellos, y vislumbran un modelo de negocio que se base en la venta de productos y más adelante en el licenciamiento de la tecnología.
“Como siempre quisimos comenzar por Linares, nos dimos tiempo de hacer un tour y ver qué empresas se dedicaban a hacer comercialización y exportación de arándanos. Nos dimos cuenta de la problemática relacionada con el plástico y el grado de contaminación que la industria de envase y embalaje estaba generando al ecosistema. De ahí conectamos con las distintas empresas que estaban en el sector, principalmente con las exportadoras de arándanos”, indica Ignacio.
Se acercaron a este tipo de empresas, porque son las que proliferan en el sector y buscan reducir el gran número de fruta que se pierde, donde se registra una merma del 20%. La decisión también se basó en la intuición y el utilizar los recursos que tenían a la mano. “Les hablamos de que queremos sacar un producto de Linares al mundo y ellos de querer hacer la transición del plástico, con una relación costo y beneficio positiva”, comenta Sebastián.
De la madera de pino al sarmiento
El producto es una mezcla de componentes bioplásticos con otros aditivos y con un alto porcentaje de sarmiento. “Esto genera una lámina que, después pasada por ciertos procesos, genera el clamshell. A diferencia del plástico PET, este material es compostable y biodegradable, es decir, tiene mucho menos impacto a nivel medioambiental y se degrada mucho más rápido en el medio ambiente y agrega propiedades a la tierra. También hemos incorporado ciertas propiedades biocidas para retardar la maduración de la fruta y evitar la proliferación de ciertos organismos”, explica Sebastián.
En este momento, el producto se encuentra en proceso de desarrollo e iteración, evaluando cómo se comporta de acuerdo con la composición. Los resultados hasta el momento, explican los fundadores, son mucho mejores versus el plástico, con un costo monetario más alto, pero con un costo-beneficio que beneficiaría a las empresas. “Si bien es más caro, el ahorro que tendrían las empresas al tener este producto propiedades biocidas, genera un valor competitivo versus su aumento de precio, y que es marginal según lo que hemos conversado con los productores”, dice Sebastián.
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Pero llegar a esto no fue fácil. Al comienzo, el equipo de Relier experimentó con la madera de pino, pero se dieron cuenta que no estaba dando los resultados esperados. Tras esto, comenzaron a buscar residuos de la zona que estuvieran disponibles hasta llegar a los desechos de la industria vitivinícola.
“Linares se destaca por tener una gran industria, sobre todo en el Valle de Melozal. Comenzamos a hacer investigaciones desde cero y a comentarles a las viñas sobre lo que estábamos haciendo para rescatar esta materia prima. Luego la enviamos a la Unidad de Desarrollo Tecnológico de la Universidad de Concepción, donde se trabaja el desarrollo del biomaterial. Ellos se encargan del desarrollo como tal y nosotros de la gestión, y llevarles la materia prima. ellos lo procesan y desarrollan el producto”, relata Ignacio.
Transitando el ecosistema
La idea comenzó a tomar forma una vez que pasaron a la semifinal del concurso Jump Chile de la Universidad Católica, que les permitió ingresar en marzo de 2021 a Incuba UC, programa de emprendimiento de la casa de estudios con apoyo de Corfo, en el que estuvieron hasta enero de 2023.
“Estábamos bien perdidos al principio, teníamos bastantes ganas, sobre todo con esta idea conceptual, que era ambiciosa, a priori podría tener atributos de escalabilidad y aplicaciones a distintas tecnologías y tenía una propuesta de valor interesante para el rubro que estábamos apuntando, que cumplía”, dice Ignacio, pero con el apoyo de mentores y tutores de a incubadora pudieron aterrizar la idea.
Luego, tuvieron acceso a mentores, como Diego Belmar, fundador de Phage Lab, con quien conectaron y los alentó a mejorar la propuesta de valor.
Postularon al Fondo Semilla Inicia de Corfo Maule, lo que “fue fundamental para agregar valor a nuestra región desde acá”, dice Sebastián. De ahí comenzaron a conectar con el ecosistema de emprendimiento del Maule, con la intención de proyectarlo a otras regiones e, incluso, fuera de Chile También han tenido apoyo de la Universidad del Desarrollo (UDD) y de la Universidad Andrés Bello (UNAB) para poder ir desarrollando el producto.
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“Partimos con la idea de que nada podía salir de nuestro bolsillo, más que nada como un desafío. Fuimos entendiendo rápidamente que hay distintos fondos, sobre todo públicos, que permiten escalar y generar dinero en etapas temprana”, indica Ignacio.
A través de su mentor Diego Belmar, postularon a fines de 2022 a la escaladora global para startups The Ganesha Lab. Sin embargo, “no nos sentimos preparados en ese momento, no porque no teníamos la capacidad o el equipo, sino que nuestra meta es tratar de sacar el mayor provecho a las oportunidades que se nos dan, porque los recursos podemos obtenerlos”, dice Diego.
Ahora, se encuentran postulando con la Universidad de Concepción al Start Up Ciencia, programa de la Subdirección de Investigación Aplicada de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo, ANID, y con una empresa agrícola a un Crea y Valida, de Corfo.
Además se han destacado en iniciativas de emprendimiento. En 2022, ganaron la categoría University en Santander X Award Chile y quedaron finalistas de la competencia Global, que se realiza en Valencia. Este año, además, obtuvieron el segundo lugar en el 3er Concurso Nacional de Emprendimiento Universitario Impacto Emprendedor, a cargo del Banco de Chile y la UDD.
“Mediante estos concursos fuimos desarrollando nuestro pitch y nuevas formas de abordar el proyecto, consolidando el modelo de negocio y teniendo apoyo de distintas menores, pudimos generar un buen capital inicial para ir avanzando en las cosas estratégicas que teníamos como metas para este año. Siempre nos hemos puesto metas importantes, exigentes y con eso hemos podido empujar el proyecto en un corto tiempo”, dice Sebastián.
Sin miedo a arriesgarse
Para los fundadores, es clave que exista confianza y apoyo entre los miembros del equipo, además de transparencia para la toma de decisiones. También es fundamental, y a la vez desafiante, acercarse a personas que los puedan orientar y que conozcan del área en el que se desenvuelven.
Otro aspecto que destacan es el atreverse. “No hay que tener miedo a arriesgarse, al menos en las postulaciones a concursos y mentorías, pero es cierto que hay un momento correcto para las cosas, y eso dependerá de la madurez con que uno entienda su propio negocio”, indica Sebastián.
En estos momentos están evaluando el comenzar a delegar a través de la extensión del equipo, lo que les permitirá potenciar el negocio. Sin embargo, se lo toman con calma y por el momento están enfocados en crecer orgánicamente y desarrollar un buen producto, tomando las decisiones mucho más pensadas, respetando los momentos.